Antonio Colmenares Martínez
«No hace falta exhibir una prueba de decencia de aquello que es tan verdadero. El único gesto es creer o no. Algunas veces hasta creer llorando», impreca una canción para indicar que, a pesar de las evidencias, a pesar de lo que se ve, la realidad, puede ser otra.
La situación de pandemia dejó varias evidencias de ayuda real a la comunidad isleña, más allá de los mercados y una de ellas es el pago de la energía eléctrica en una zona que, como se sabe, este servicio tiene un valor superior al del resto del país. En eso el gobernador Everth Hawkins, no dudó en dar esa mano amiga, ese beneficio y con el gobernador encargado Allen Jay se continuó en la misma tónica. En esto no hubo que acudir a la fe para creer. La ayuda fue clara, contundente y evidente.
Ya se había asegurado el pago de octubre, pero la incógnita de los meses de noviembre y diciembre, estaba pesando sobre un ambiente económico muy difícil para la comunidad isleña.
Ante la pregunta del periodista de Caracol Radio de las islas, Jorge Castro, el presidente, Iván Duque, tomó un atajo y aseguró que como el gobierno nacional asumirá el costo total del alcantarillado pluvial -aplausos-, el dinero que debía aportar la gobernación del Archipiélago para esa obra de manejo de aguas lluvias, lo debe destinar al pago del servicio de energía. Hay puso a la comunidad a creer por fe.
Al presidente le pidieron puntillas y les dio machetes. Todo sirve, cualquier ayuda es importante en el momento, pero existen prioridades y dentro de esas prioridades están los servicios de agua, energía eléctrica, gas, telefonía, Internet, entre otros y en esto no se puede creer por fe, hay que tenerlos, sí o sí.
Especialmente los tres primeros son vitales porque se trata del agua sin la cual no se puede vivir, de la energía eléctrica totalmente indispensable y del gas porque si falta no hay alimentos.
Se puede creer por fe que el alcantarillado pluvial, la reconstrucción de vías en las tres islas, la terminación de los colegios y la revisión de todos los elefantes blancos que hay en el Archipiélago, algún día, van a ser realidades tangibles, pero forman parte de la enorme deuda que tiene el gobierno nacional con las islas.
Con esas obras se puede soñar, se puede hacer otro gran ejercicio de fe, como los muchos que se han hecho, porque son muy importantes y deben ser atendidas lo más pronto posible, pero pueden esperar un poco más que los servicios, la alimentación y la reconstrucción de viviendas, especialmente en Providencia.
La respuesta del presidente, con tremenda ‘curva’, a pesar del aplauso por el anuncio de la obra del alcantarillado pluvial, no dejó la tranquilidad que hubiera causado el compromiso ejecutivo de garantizar la gratuidad del servicio de energía eléctrica para los habitantes del ‘histórico e indivisible’ Archipiélago, al menos en lo que falta del 2020. Esa hubiera sido una real y tangible ayuda al gobernador y al departamento.
Lo más grave es que lo de la fe no termina aquí porque en materia de la disposición de recursos que tras los desastres son donados por entidades internacionales, además de los nacionales, siempre queda dudas sobre la contratación y ejecución de las obras, si se contrastan las cifras con la realidad.
En Colombia hay muchos casos, uno de los cuales es Mocoa, ciudad capital que sufrió una terrible avalancha, con muchas víctimas y que precisamente sirve de referente porque, ‘en caliente’, llegaron muchas ayudas, pero solo hasta hoy, casi en diciembre del 2020, tres años después, apenas está comenzando la reconstrucción.
El Archipiélago no puede esperar tanto tiempo, se requiere de agilidad y conocimiento para solucionar de inmediato porque lo que apremia es poner en marcha la recuperación de la economía y con discursos y promesas no se puede y menos cuando las obras son dirigidas y contratadas con foráneos, por expertos y honrados que sean, debido a las condiciones culturales del departamento insular.
La solicitud al gobierno nacional es que confíe en el colectivo profesional y la mano de obra en general de las islas, en sus conocimientos, en su amor por el terruño, que los recursos fluyan en el sitio del desastre natural y que desde luego los entes de control hagan sus respectivos seguimientos e investigaciones porque en materia de contratación pública tampoco se puede creer por fe.